imageLos viajeros de Kuwait, Qatar, Arabia Saudí o los Emiratos Árabes Unidos forman parte de uno de esos apartados que en los balances turísticos españoles suele aparecer definido como Resto del Mundo. Ni Argelia, ni Egipto, ni los países anteriormente mencionadosconsiguen colarse en el top 20 de visitantes por país de residencia, nómina que en nuestro país queda reservada para los clásicos países del viejo continente, exportadores de turistas que mucho distan del viajero de origen musulmán.

«Son consumidores exigentes: viajan en grupos incluso de 10 personas y vienen a buscar lo que en su país no encuentran, pues al fin y al cabo para ellos el dinero no es un problema», dice Mohamed Ahmed, egipcio de nacimiento y hombre de negocios. El fenómeno popularmente conocido como los petrodólares ha traído a Madrid un perfil de turista interesado en el lujo pero que, «al contrario» de un turista español, se siente «incómodo» cuando sale de casa.

«Los árabes buscan dos cosas: producto de alta gama y un trato especial. Vienen aquí y preguntan por este sitio como si preguntasen por el Prado», afirma Mohamed, cuyo negocio es dirigir la tienda de Polo Ralph Laurent del complejo Las Rozas Village, situado en la localidad madrileña de Las Rozas, un centro de ocio con tiendas de lujo que ha fijado en este público su nuevo nicho de mercado. Su modelo de negocio pasa por la hospitalidad, ofreciendo «un amplio catálogo de productos orientados – que no exclusivos – para los clientes árabes», además de «otra serie de servicios», dice Ana López, portavoz del centro y empleada de Value Retail, la empresa encargada de gestionarlo.

Entre esos servicios, Ramia, azafata del complejo, cuenta que tienensalas de rezo «orientadas hacia la Meca, adornadas con alfombras y con el Corán a disposición del cliente». «Hay familias que aseguran que van a volver por la buena acogida que les brindamos», dice Ramia, natural de Siria. «Hemos adaptado incluso las cartas y ahora tenemos gastronomía halal [sin alimentos derivados del cerdo y sin bebidas alcohólicas]; productos importados, como el té; o una chocolatería con productos certificados para el consumo árabe».

Clientes árabes

Todos estos actos de pleitesía, cuya única finalidad es «hacer sentir al cliente como en casa», han sido puestos en funcionamiento gracias a la colaboración del Instituto Halal, un espacio concebido para integrar la cultura musulmana en España. «Hemos entrenado cosas tan sencillas como dar la bienvenida los árabes o acostumbrarnos a que tratamos con personas que no son diferentes», dice Mohamed, quien asegura que la cortesía con los clientes árabes es «fundamental» ya que «les tranquiliza a la hora de hacer tratos».

Musulmán de nacimiento, este egipcio considera que la importancia de estos tipos de clientes para su negocio es «vital», ya que «en sus países es más difícil de conseguir la oferta en prendas que tienen en occidente», y narra como anécdota una de sus últimas ventas,cifrada en 8.500 euros.

El motivo que impulsa a muchos ciudadanos árabes con alto poder adquisitivo a desarrollar el turismo de tiendas, nace cuando finaliza su fiesta más sagrada, el Ramadán. «Durante el Ramadán no se viaja, a la gente le gusta pasarlo en familia; pero cuando llega la ruptura cada persona hace lo que le place», cuenta Mohamed. La ruptura del Ramadán es un periodo en el que se festeja la finalización del mismo, y supone un momento en el que estrenar ropa nueva «se convierte en una obligación». Y en efecto, este hecho unido a las nuevas técnicas de marketing orientadas al público musulmán ha permitido registrar incrementos de hasta un 150% de la afluencia y del gasto en Las Rozas Village, unos números «espectaculares» en palabras de la portavoz del centro, Ana López.

Para ella, el «éxito» de la gestión deriva de «muchos años trabajando con otros mercados internacionales como el asiático»; pero lejos de eso, Mohamed deja un último apunte sobre sus correligionarios: «Para un musulmán viajar es casi un compromiso con la familia, y si a la vuelta no llevas algo entre las manos te arriesgas a hacer un feo»

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