Llevamos demasiado tiempo observando impasibles cómo la caída de la demanda interna y la ausencia de alternativas condenan al cierre a multitud de pequeñas y medianas explotaciones agropecuarias. Y es que, aun siendo uno de los sectores que menor número de parados acumula, refugio de una buena parte de los trabajadores expulsados de la construcción, el desplome del consumo a nivel nacional, unido a la carencia de mercados alternativos, ha hecho tambalear los cimientos de una actividad que está obligada a seguir escalando peldaños en la cadena de valor y a reinventarse.

Una apuesta sólida y de futuro para el sector agroalimentario español podría pasar por la reorientación de una buena parte de nuestros medios de producción hacia un mercado en auge: la alimentación halal. Integrado por 1.600 millones de consumidores musulmanes y valorado en más de un billón de dólares anuales, el mercado de los alimentos autorizados por la sharía representa una excelente oportunidad para relanzar un sector que, como consecuencia de las tensiones agroalimentarias globales generadas por la salida de cientos de millones de personas de la pobreza y del aumento del poder adquisitivo de las clases medias en los países emergentes, está llamado a ser estratégico.

De los datos del informe presentado recientemente en Dubái con motivo del Global Islamic Economy Summit, se desprende el enorme potencial que alberga el sector de la alimentación halal:

l En el año 2012 los consumidores musulmanes gastaron más de un billón de dólares en alimentos, el equivalente al 16,6% del gasto global en alimentos hecho ese año, y se espera que en el año 2018 esta cantidad supere el billón y medio de dólares y represente un 17,4% del gasto total.

l Del billón de dólares desembolsado en 2012, se estima que aproximadamente 915.000 millones fueron destinados a la adquisición de alimentos halal por parte de la comunidad musulmana de los 57 países miembros de la Organización para la Cooperación Islámica (OCI). Indonesia lideró el consumo de alimentos halal, con un gasto de 197.000 millones de dólares, seguido de Turquía, Pakistán y Egipto con 100.000, 93.000 y 88.000 millones de dólares respectivamente. En los países no pertenecientes a la OCI, pero con comunidades musulmanas representativas como Rusia o Francia (mercados halal valorados en 34.000 y 11.000 millones de dólares respectivamente), la escasa presencia de alimentos halal en las superficies comerciales obliga a muchos musulmanes a consumir alimentos kosher.

l Las importaciones de alimentos por parte de los países miembros de la OCI ascendieron a 191.000 millones de dólares en el 2012, el equivalente a un 10,5% de las importaciones globales. Dentro de las importaciones de la OCI, las de carne y animales vivos destinados al consumo humano alcanzaron un valor próximo a los 15.400 millones y fueron hechas en el 91% de los casos (14.000 millones) desde países no pertenecientes a la OCI, como Estados Unidos o Brasil.

Más allá de las cifras, que sin duda describen un horizonte esperanzador para las empresas que decidan apostar por este mercado, lo mejor es que España cuenta con todos los elementos necesarios para configurar un hub de alimentación halal en torno al triángulo que describen las ciudades de Córdoba, Málaga y Granada: un tejido agroalimentario dinámico, productos de calidad, excelentes infraestructuras para dar salida a las mercancías, una marca reputada y fácil de reconocer para los consumidores (Al-Ándalus), la institución encargada de adjudicar las certificaciones halal (Instituto Halal, Córdoba) y tres urbes con fuertes lazos culturales y económicos con el mundo islámico.

¿Por qué no aprovechar todo este potencial para abastecer una demanda no cíclica como es la de la alimentación halal? ¿Por qué no aspirar a construir un hub de alimentación halal similar al desarrollado recientemente en Malasia (Tanjung Manis), país en el que las exportaciones halal totalizan la friolera de 11.570 millones de dólares? ¿Por qué no utilizar el desarrollo de este hub para propiciar la llegada a España de Hassad Food, el brazo agroalimentario del fondo soberano catarí Qatar Investment Authority, o catalizar nuevas inversiones de otros fondos de Emiratos Árabes? ¿Por qué no pensar que la puesta en marcha de esta iniciativa puede servir para crear empleo, ofreciendo nuevos horizontes a nuestros productores y atrayendo a nuestro país factorías de empresas ya especializadas en la producción de alimentos halal, como la brasileña BFR (entre las 10 empresas de alimentación más grandes del mundo y el mayor productor y distribuidor de pollo halal) o la suiza Nestlé (con 150 fábricas con certificación halal)?

Las posibilidades son infinitas y rebasan el sector agroalimentario. La industria halal, valorada en dos billones y medio de dólares, y que se espera que alcance los diez billones en 2030, ofrece un universo de oportunidades de negocios que van desde los cosméticos al turismo, pasando por los productos farmacéuticos. Sectores, todos ellos, hacia los que también podemos reorientar una buena parte de nuestra producción para ir más allá del cluster de alimentación halal y crear un hub halal global.

En Córdoba ha surgido recientemente, de la mano de la Fundación Agrópolis y del Instituto Halal, el germen de lo que puede ser la primera piedra de un hub global: un gran parque empresarial e industrial centrado en la marca halal. Pero para que este proyecto pueda alcanzar las magnitudes adecuadas es necesario que se convierta, desde ya, en una de las líneas de actuación prioritarias del Gobierno de España. ¿Vamos a dejar pasar la oportunidad?

Tomas Guerrero Blanco es investigador de EsadeGeo.

Ver artículo original